martes, 11 de noviembre de 2008

«Manuscrito siniestro», lanzamiento editorial, peña cultural y mitin político. Jueves 13 de noviembre, 7 pm



Es imposible representar lo político: Este se resiste a toda copia por más que uno se afane en hacerla cada vez más verosímil. En contra de la creencia inveterada de todas las artes socialistas, donde comienza lo político, cesa la imitación.

Roland Barthes

Compañeros:

Viendo el fracaso de los ejercicios de reivindicación política llevados a cabo por la izquierda latinoamericana durante los últimos cincuenta años, es inevitable preguntarse por la responsabilidad que el decoro y la profesionalización de las manifestaciones artísticas emergidas de este frenesí revolucionario tuvieron en el declive y la neutralización de toda posibilidad real de transgresión.

Lo que en principio resulta paradójico al revisar este tópico es que el discurso político revolucionario, en América Latina, ha sido estetizado en su totalidad, y en ese sentido, ha borrado las diferencias que debería tener con el ejercicio de la política más conservadora, pues según Benjamin, la humanidad […] se ha convertido ahora en espectáculo de sí misma. Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como un goce estético de primer orden. Este es el esteticismo de la política que el fascismo propugna. El comunismo le contesta con la politización del arte.

Y, sin embargo, no parece haber huellas en la lucha política de izquierda, de un escenario expandido en el que el arte haya jugado un papel distinto al de la pura representación. Desde el cartelismo de propaganda, hasta la canción social, muy poco se ha hecho por un ejercicio emancipador que entienda realmente las posibilidades políticas del arte. Salvo acciones limitadas, como el robo de la espada de Bolívar (M19) o el asalto guerrillero en Pando (Tupamaros), los cuales no fueron en sí pensados como acciones con valor artístico (aunque sirvieron para que Camnitzer proclamara la llegada del arte contemporáneo a Latinoamérica) no ha sido posible realizar cruces significativos en la ecuación arte – ideología – acción.

Esa imposibilidad se ha dado, quizás, a partir de un evidente arribismo formal, por cuenta del cual la práctica artística contestataria ha absorbido una serie de valores burgueses (talento, calidad, limpieza) que han creado una barrera entre el artista como productor y el público como receptor pasivo e impedido, por carencia técnica y atavismo social, de dar voz a su deseo. Así pues, de forma literal, se ha borrado con la derecha lo que la izquierda ha hecho sabiendo, en primer lugar, que muy poco de la literatura de izquierda ha sido en realidad producido con la mano izquierda.

En consecuencia, una práctica coherente con cualquier noción de responsabilidad histórica debería plantearse desde el imperativo de torcer las formas mismas en que la historia se ha escrito, apaciguando la limpieza, el talento y la calidad en pro de una insistencia en la ininteligibilidad de lo que se nos quiere presentar como claro. Desdibujar la historia, resaltar sus quiebres, sus puntos críticos y las formas de asimilación subjetiva de toda emergencia ideológica.

Más allá de la consolidación de una Historia Única y puesta en blanco, quizás deberíamos pedir la multiplicación de las versiones, las borraduras, las apropiaciones groseras y las ediciones piratas. Esas en las que, por cuenta de la pésima calidad del papel y la tinta, vemos el revés de la hoja impresa ensuciando las letras de nuestras más claras ideas.


Jueves 13 de noviembre, 7 pm
El Bodegón (arte contemporáneo - vida social)
calle 22 # 6 - 24 local 3

elbodegon@gmail.com




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