“Dibujos”
Inspirandome en el cuerpo de trabajo de artistas/ directores de cine y animación como William Kentridge, Maya Deren, Norman Mc Laren y los trabajos experimentales del cine kinético ruso y estadounidense de los años cincuenta y sesenta, comencé a desarrollar una serie de animaciones en las cuales el acto de dibujar se volvía el reflejo del proceso de un acto corporal que se registraba en la secuencia animada como una experiencia sensorial. De esta forma cada trazo a lápiz (o su desaparición) era equivalente a un cuadro de la secuencia, de manera que la suma de los cuadros creaba un dibujo en movimiento. Esto no significaba necesariamente que el dibujo fuera gestual o inmediato, en realidad era la traducción gráfica de una experiencia corporal archivada en mi memoria.
Al concluir esta serie de animaciones fue necesario llevar mi trabajo a algo más abstracto y mucho más elaborado en donde el tiempo fuera dictado no solamente con los trazos en el papel y la edición final en la computadora sino también con el traslado físico del trazo en la superficie del papel y del movimiento del papel en sí mismo. Así fue como desarrollé las dos piezas centrales de esta exposición: Panorámica l y Panorámica ll. Estas dos animaciones fueron dibujadas sobre un rollo de papel que iba moviendo poco a poco en coordinación con mis trazos. El ritmo de la animación lo imaginaba y determinaba con estas acciones. Con una cámara instalada arriba del papel registraba cada trazo, cada cambio o cada movimiento para después hacer la edición en la computadora.
A estas dos animaciones es más preciso llamarlas dibujos en movimiento pues es el trazo el que determina el movimiento y no las variaciones de una imagen en cada cuadro.
Panorámica I y Panorámica II son un recorrido de dibujos producto de estados mentales y de mi memoria visual, paisajes psíquicos en movimiento, territorios imaginarios entre abstractos y figurativos que se van transformando y entrelazando unos con otros siempre avanzando horizontalmente.
El paisaje cambia poco a poco con el tiempo, el constante paso del agua moldea las superficies, el viento erosiona las montañas, la lava crea otro tipo de formas, etc… la manera de hacer estas animaciones fue un poco así. En el proceso fui trazando, borrando, volviendo a trazar, cambiando de color o de grosor de línea, integrando texturas y todo ese movimiento lo podemos ver desenvolviéndose en las animaciones.
En los rollos de papel que también expongo, se puede ver registrado lo que quedó al final después de ese actuar en el tiempo y en el espacio.
Del carácter simple y desolado de mis paisajes se me ocurrió hacer una asociación con la prehistoria (cuando el hombre era aún salvaje y todavía no había domesticado su entorno) e incluir personajes que pudieran haber habitado estos lugares ficticios en cuatro animaciones cortas tipo gags. Imaginándome que los dibujos en papel y las dos Panorámicas eran el fondo en donde estos personajes vivían. Las cuatro animaciones cortas son una parodia de la relación entre el hombre y la naturaleza, entre lo salvaje y lo domesticado, en donde imagino cómo pudo haber sido la cotidianeidad del hombre salvaje paralelamente al cambio constante de la naturaleza. Esta constante lucha por la supervivencia y la adaptación al entorno y a los cambios… a lo incierto… al caos.
El estar alerta que activamos al empezar el día.
En tanto hay vida hay transformación y por lo tanto una constante lucha y adaptación al medio. La vida como un movimiento horizontal con obstáculos, subidas y bajadas.
En esta muestra coexisten diferentes técnicas y diferentes niveles de lectura, pero básicamente se identifica el fondo que hace un travelling, los personajes que actúan dentro de algunos cuadros de ese fondo y la música.
Es el espectador quien al hacer el recorrido por la exposición a su propio ritmo integra la animación completa en su cabeza.
Desastres naturales
Decía algún griego que «la naturaleza es lo que siempre sigue igual»; ignoro si con ello se refería a la naturaleza en general, o a cierta naturaleza particular. ¿Nos estaba hablando de esa naturaleza de arroyos, plantas y cantos de pájaros en la mañana? ¿O más bien de aquello de lo que hablamos al decir «tal es mi naturaleza» o «torpe por naturaleza»? ¿Es la naturaleza una esencia, inmutable y definitiva que caracteriza algo o a alguien, o es la pura contingencia de unas formaciones tectónicas no tocadas por el hombre?
Ignoro si ese griego, al decir «es lo que siempre sigue igual» usaba el verbo para afirmar que la naturaleza permanecía siempre igual, o si por el contrario, «seguir» tiene en la frase el sentido de continuar alguna actividad, perseguir un objetivo o ir tras algo o alguien. En ese caso ¿qué o a quién seguiría la naturaleza?
No se trata de una pregunta fácil, pues de allí se deriva una comprensión de la naturaleza como algo estático, inmutable, quieto; algo sólido sobre lo que el hombre construye su historia sabiendo que puede cambiarlo todo porque siempre estará, naturalmente, eso que le habrá de servir como referencia para volver o avanzar en cierta dirección. En su opuesto, sería ese fluir constante y parejo de la naturaleza el que extraviaría nuestra historia, nos pondría permanentemente en medio de ningún lugar.
Pensando en que la naturaleza, claro, fuera algo distinto al hombre mismo. Porque la simple expresión «naturaleza humana» dañaría de entrada lo que acaba de ser escrito en el párrafo anterior.
Tal vez las dudas se deban al desconocimiento del griego. Leer la frase en su lengua de origen quizás nos daría más pautas para entender el sentido de lo que ese griego nos quiso decir con la frase «la naturaleza es lo que siempre sigue igual.» Pero, entre otras cosas, ¿igual a qué?
Al mencionar estas dudas se hace evidente que ya no estamos hablando de la naturaleza. Estamos refiriéndonos, en su defecto, a frases. A traducciones. A ideas, por vagas y difusas que resulten. Ideas como nubes. Aunque, por más natural que pueda llegar a ser una nube, ya no lo sea más al involucrarla en un símil, nada más ni menos que una figura retórica. Discurso. Estructura. Cultura.
Ya no recuerdo si fue ese griego, u otro, quien creó una oposición famosa en la historia del Pensamiento Occidental: esa que enfrentaba la naturaleza a la cultura. Si su oposición llegara a tener lugar, entonces definitivamente no tendríamos nada que decir.
Y posiblemente así sea.
En cierto momento, debemos alejarnos de la deliberación. Porque sólo el silencio diría más que las palabras. Más que establecer afirmaciones consistentes sobre la naturaleza de todo, deberíamos suscribir un pacto de silencio por el que simplemente creemos en algo que aún no ha sido enunciado pero que esperamos, habrá de ocurrir, si no es que ocurrió ya.
La introducción de un mal texto de Paul Virilio empieza con una frase perfecta que, creo, pertenece, al menos parcialmente, a un poema de Rilke, de Rimbaud o de Appollinaire, «para Dios, la historia es un paisaje de acontecimientos.»
En el trabajo de Galia Eibenschutz hay volcanes y truenos, inundaciones y derrumbes, tornados y lluvia, cosas que se evaporan, o que crecen, materializaciones y desvanecimientos. Muertes y nacimientos que son, por supuesto, la condición para que haya acontecimientos.
Acontecimientos que se ciernen y amenazan a la vez que nos dejan fuera de alcance; un desastre que viene del pasado, de siempre. Caídas y levantamientos que no nos cuentan como sujetos porque en sí son esa pasividad del tiempo en el que ya no estamos o no estuvimos. Acontecimientos separados de nuestra connatural inmediatez. Ese paisaje que para Dios sería la historia y para nosotros el desastre. Ese desastre que, tal cual nos dice Blanchot, «lo arruina todo, dejando todo como estaba.»
Inspirandome en el cuerpo de trabajo de artistas/ directores de cine y animación como William Kentridge, Maya Deren, Norman Mc Laren y los trabajos experimentales del cine kinético ruso y estadounidense de los años cincuenta y sesenta, comencé a desarrollar una serie de animaciones en las cuales el acto de dibujar se volvía el reflejo del proceso de un acto corporal que se registraba en la secuencia animada como una experiencia sensorial. De esta forma cada trazo a lápiz (o su desaparición) era equivalente a un cuadro de la secuencia, de manera que la suma de los cuadros creaba un dibujo en movimiento. Esto no significaba necesariamente que el dibujo fuera gestual o inmediato, en realidad era la traducción gráfica de una experiencia corporal archivada en mi memoria.
Al concluir esta serie de animaciones fue necesario llevar mi trabajo a algo más abstracto y mucho más elaborado en donde el tiempo fuera dictado no solamente con los trazos en el papel y la edición final en la computadora sino también con el traslado físico del trazo en la superficie del papel y del movimiento del papel en sí mismo. Así fue como desarrollé las dos piezas centrales de esta exposición: Panorámica l y Panorámica ll. Estas dos animaciones fueron dibujadas sobre un rollo de papel que iba moviendo poco a poco en coordinación con mis trazos. El ritmo de la animación lo imaginaba y determinaba con estas acciones. Con una cámara instalada arriba del papel registraba cada trazo, cada cambio o cada movimiento para después hacer la edición en la computadora.
A estas dos animaciones es más preciso llamarlas dibujos en movimiento pues es el trazo el que determina el movimiento y no las variaciones de una imagen en cada cuadro.
Panorámica I y Panorámica II son un recorrido de dibujos producto de estados mentales y de mi memoria visual, paisajes psíquicos en movimiento, territorios imaginarios entre abstractos y figurativos que se van transformando y entrelazando unos con otros siempre avanzando horizontalmente.
El paisaje cambia poco a poco con el tiempo, el constante paso del agua moldea las superficies, el viento erosiona las montañas, la lava crea otro tipo de formas, etc… la manera de hacer estas animaciones fue un poco así. En el proceso fui trazando, borrando, volviendo a trazar, cambiando de color o de grosor de línea, integrando texturas y todo ese movimiento lo podemos ver desenvolviéndose en las animaciones.
En los rollos de papel que también expongo, se puede ver registrado lo que quedó al final después de ese actuar en el tiempo y en el espacio.
Del carácter simple y desolado de mis paisajes se me ocurrió hacer una asociación con la prehistoria (cuando el hombre era aún salvaje y todavía no había domesticado su entorno) e incluir personajes que pudieran haber habitado estos lugares ficticios en cuatro animaciones cortas tipo gags. Imaginándome que los dibujos en papel y las dos Panorámicas eran el fondo en donde estos personajes vivían. Las cuatro animaciones cortas son una parodia de la relación entre el hombre y la naturaleza, entre lo salvaje y lo domesticado, en donde imagino cómo pudo haber sido la cotidianeidad del hombre salvaje paralelamente al cambio constante de la naturaleza. Esta constante lucha por la supervivencia y la adaptación al entorno y a los cambios… a lo incierto… al caos.
El estar alerta que activamos al empezar el día.
En tanto hay vida hay transformación y por lo tanto una constante lucha y adaptación al medio. La vida como un movimiento horizontal con obstáculos, subidas y bajadas.
En esta muestra coexisten diferentes técnicas y diferentes niveles de lectura, pero básicamente se identifica el fondo que hace un travelling, los personajes que actúan dentro de algunos cuadros de ese fondo y la música.
Es el espectador quien al hacer el recorrido por la exposición a su propio ritmo integra la animación completa en su cabeza.
Galia Eibenschutz
Desastres naturales
Decía algún griego que «la naturaleza es lo que siempre sigue igual»; ignoro si con ello se refería a la naturaleza en general, o a cierta naturaleza particular. ¿Nos estaba hablando de esa naturaleza de arroyos, plantas y cantos de pájaros en la mañana? ¿O más bien de aquello de lo que hablamos al decir «tal es mi naturaleza» o «torpe por naturaleza»? ¿Es la naturaleza una esencia, inmutable y definitiva que caracteriza algo o a alguien, o es la pura contingencia de unas formaciones tectónicas no tocadas por el hombre?
Ignoro si ese griego, al decir «es lo que siempre sigue igual» usaba el verbo para afirmar que la naturaleza permanecía siempre igual, o si por el contrario, «seguir» tiene en la frase el sentido de continuar alguna actividad, perseguir un objetivo o ir tras algo o alguien. En ese caso ¿qué o a quién seguiría la naturaleza?
No se trata de una pregunta fácil, pues de allí se deriva una comprensión de la naturaleza como algo estático, inmutable, quieto; algo sólido sobre lo que el hombre construye su historia sabiendo que puede cambiarlo todo porque siempre estará, naturalmente, eso que le habrá de servir como referencia para volver o avanzar en cierta dirección. En su opuesto, sería ese fluir constante y parejo de la naturaleza el que extraviaría nuestra historia, nos pondría permanentemente en medio de ningún lugar.
Pensando en que la naturaleza, claro, fuera algo distinto al hombre mismo. Porque la simple expresión «naturaleza humana» dañaría de entrada lo que acaba de ser escrito en el párrafo anterior.
Tal vez las dudas se deban al desconocimiento del griego. Leer la frase en su lengua de origen quizás nos daría más pautas para entender el sentido de lo que ese griego nos quiso decir con la frase «la naturaleza es lo que siempre sigue igual.» Pero, entre otras cosas, ¿igual a qué?
Al mencionar estas dudas se hace evidente que ya no estamos hablando de la naturaleza. Estamos refiriéndonos, en su defecto, a frases. A traducciones. A ideas, por vagas y difusas que resulten. Ideas como nubes. Aunque, por más natural que pueda llegar a ser una nube, ya no lo sea más al involucrarla en un símil, nada más ni menos que una figura retórica. Discurso. Estructura. Cultura.
Ya no recuerdo si fue ese griego, u otro, quien creó una oposición famosa en la historia del Pensamiento Occidental: esa que enfrentaba la naturaleza a la cultura. Si su oposición llegara a tener lugar, entonces definitivamente no tendríamos nada que decir.
Y posiblemente así sea.
En cierto momento, debemos alejarnos de la deliberación. Porque sólo el silencio diría más que las palabras. Más que establecer afirmaciones consistentes sobre la naturaleza de todo, deberíamos suscribir un pacto de silencio por el que simplemente creemos en algo que aún no ha sido enunciado pero que esperamos, habrá de ocurrir, si no es que ocurrió ya.
La introducción de un mal texto de Paul Virilio empieza con una frase perfecta que, creo, pertenece, al menos parcialmente, a un poema de Rilke, de Rimbaud o de Appollinaire, «para Dios, la historia es un paisaje de acontecimientos.»
En el trabajo de Galia Eibenschutz hay volcanes y truenos, inundaciones y derrumbes, tornados y lluvia, cosas que se evaporan, o que crecen, materializaciones y desvanecimientos. Muertes y nacimientos que son, por supuesto, la condición para que haya acontecimientos.
Acontecimientos que se ciernen y amenazan a la vez que nos dejan fuera de alcance; un desastre que viene del pasado, de siempre. Caídas y levantamientos que no nos cuentan como sujetos porque en sí son esa pasividad del tiempo en el que ya no estamos o no estuvimos. Acontecimientos separados de nuestra connatural inmediatez. Ese paisaje que para Dios sería la historia y para nosotros el desastre. Ese desastre que, tal cual nos dice Blanchot, «lo arruina todo, dejando todo como estaba.»
viernes 18 de mayo, 2007
El Bodegón (arte contemporáneo - vida social)
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