Edwin Padilla ha dedicado parte de su trabajo a la recopilación de archivos fotográficos de imágenes turísticas conmemorativas, capturadas a pedido de los clientes, por fotógrafos semi-profesionales en distintas playas de la Costa Atlántica colombiana. Estas imágenes, en principio descargadas de todo interés que no sea emotivo, empiezan a constituir un ente discursivo complejo en tanto se agrupan y crecen para dar cuenta de procesos disímiles y simultáneos que van desde una división social de las playas hasta el carácter de bricolage de las imágenes producidas por los fotógrafos costeros, sin demeritar aspectos idiosincrásicos de eso que suele llamarse, hasta transformarse en cliché, “Cultura Caribe.”
A partir de trucos y engalles ópticos, los fotógrafos de la costa han cimentado un estilo particular que, en medio de su ingenuidad operativa, anida lecturas en torno a la práctica fotográfica de la modernidad y a las preocupaciones intrínsecas a todo ejercicio documental: montaje, simultaneidad, objetividad o subjetividad del punto de vista, reivindicaciones identitarias a partir de la imagen, presencia y desaparición del objeto documentado y construcción de verdad, entre otras, pueden verse de forma más o menos frontal al comparar un conjunto de imágenes provenientes de esta zona particular, que ha desarrollado modelos de producción a partir de gustos y necesidades consolidados por el uso, el capricho y la sistematización de la experiencia adquirida del error y el juego con el medio.
En tanto archivo, el trabajo de Padilla ha consolidado una colección vasta del imaginario turístico en el Caribe colombiano a partir de negativos comprados a fotógrafos anónimos, quienes suelen desecharlos tras la venta de las fotos. En esa medida, la colección fotográfica de Zulu no es más que una cuidada compilación de basura y detritus sobrantes de incontables transacciones comerciales gestionadas desde una vocación conmemorativa que siempre se da en “positivo”, dejando de lado los materiales que hacen posible la reproducción de las imágenes y, con ella, su posibilidad de producir espectros, fantasmas y apariciones.
Cuando una exposición de arte es susceptible de ser abordada a partir de una serie de conceptos paradigmáticos dentro de la noción «Arte contemporáneo», cuando puede ser descrita aludiendo a su valor etnográfico, a su vocación taxonómica, a su entorno social, a su potencial relacional, a su tamaño en tanto colección, a sus procesos de hibridación, a su pulsión documental, a su atención a formas discursivas subordinadas y a prácticas sociales sin mérito, entonces se puede decir que la o las obras incluidas en esa exposición son sucias, malsanas, confusas, retóricas, y que, en definitiva, han excedido el campo de la coherencia argumentativa.
«Fuego de mar, enciéndete», proyecto del artista barranquillero Edwin Padilla (Zulu) presentado hoy a todos ustedes, es susceptible de ser abordado a partir de una serie de conceptos paradigmáticos dentro de la noción «Arte contemporáneo», pudiendo ser descrito aludiendo a su valor etnográfico, a su vocación taxonómica, a su entorno social, a su potencial relacional, a su tamaño en tanto colección, a sus procesos de hibridación, a su pulsión documental, a su atención a formas discursivas subordinadas y a prácticas sociales sin mérito, por lo cual podemos afirmar que es sucio, malsano, confuso, retórico, y que, en definitiva, ha excedido el campo de la coherencia argumentativa constituyéndose en un ente conflictivo, pasional, obsceno, excesivo, barroco, surrealista, diabólico y demente, en el que incluso usted podría estar involucrado como modelo sin saberlo.
Esta exhibición se realiza en el marco de Fotolorgía 666 y cuenta con el apoyo decidido de Edwin Padilla y El Bodegón.
Viernes 10 de agosto de 2007, 7 pm
El Bodegón (arte contemporáneo - vida social)
El Bodegón (arte contemporáneo - vida social)
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