Aunque de repente los artistas sí escriben. Y hasta llegarán a contar cosas con palabras: le escribirán a los novios, harán la lista del mercado, dejarán inscrita una canción en una servilleta o quien sabe, a lo mejor se pondrán kafkianos y se harán leer en ese puñado de páginas que les costaron tiempo y ánimo. O tal vez no. Podría ser que la escritura fuera para el artista un lujo y una alegría; un motivo para desplegar figuras, relatos, metáforas y sinécdoques; un ejercicio de recopilación e invención, un espacio para robar y devolver.
El Bodegón (arte contemporáneo - vida social) tiene el gusto de invitarlos a leer un rato eso que algunos artistas escriben, con el ánimo de que usted se ponga de buenas o malas pulgas, y, a lo mejor entonces, también le dé por ponerse a escribir.
Como leer se puede en cualquier parte, y más aun en las bibliotecas, nos tomaremos una salita de lectura en la Luis Angel Arango. Se trata de un pequeño espacio con mesas que fue adaptado recientemente en la BLAA para que las personas lean, hablen y suban sus propios materiales (libros, fotocopias). Así que lo haremos de esa forma.
Venga entonces, lea, llévese un par de fotocopias gratis, haga visita en voz baja y, si quiere, cómprenos una de las 30 copias numeradas del catálogo que editamos para la ocasión (sólo cuesta $8000ºº).
Escritos de: Alberto Baraya / Liliana Vélez / Luis Hernández Mellizo / Nicolás Donoso / Luisa Roa / Nicolás Leguizamón / Lucas Ospina / Gabriel Mejía / Jorge Caicedo / Ana María Pineda / Juan Camacho / Felipe Uribe & Robert Barry / Pazmaker / Carolina Parra
Biblioteca Luis Angel Arango
Sala Candelaria
(subiendo las escaleras de la
oficina de casilleros)
Usted ha comprado este catálogo sabiendo aproximadamente de qué se trata. Suponemos que lo compró tras haber ido a la exposición que se da por aludida en estas páginas grapadas a una cartulina; pensamos que, si se decidió a invertir los $8000ºº que cuesta esta publicación, debe tener un motivo para hacerlo, incluso si ese motivo es tan simple como que usted es rico y le gusta gastarse la plata en cada cosa que se le cruza por delante.
Hemos hecho ya varias suposiciones en apenas un párrafo y, con seguridad, en muchas estaremos equivocados, pues no podemos saber si usted fue a la exposición, si compró el catálogo o se lo regalaron, o si simplemente se lo robó o lo encontró tirado en el piso de una tienda con videorocola todo emparamado de cerveza y pisadas.
Pero ese no es el asunto. No nos importa estar equivocados ni ser fieles a la verdad, porque este catálogo no es más que la puesta en práctica de nuestro legítimo derecho al engaño propio y ajeno. Así pues, nos engañamos engañándolo y, mejor aún, estas páginas quieren dejar que otros lo engañen, nos engañen y se engañen creyendo que nos han engañado.
De lo que sí se trata es de revisar algo de la producción de algunas personas que se dicen, o de las que se dice que son “artistas”. Y sin embargo, no se trata aquí de que veamos lo que producen “como artistas”. No es esto lo que ellos suelen mostrar al público ni a sus compradores; no es por lo que hay aquí por lo que se llaman o se les llama “artistas”. Es quizás a contrapelo de esa presunción artística que se produce lo que se reproduce aquí en estas páginas. O es, de repente, debido a la certeza de que esa presunción es engañosa que se han dado a la tarea de confesarse, disculparse, pelearse o diversificar cínicamente su industria a través de estos manojos de palabras.
Sin embargo, tampoco podríamos decir que esto es “literatura”. En primer lugar porque, en un país donde hasta el más cretino pretende hacerse el Dostoievski escribiendo sus ocurrencias sobre, digamos, un abogado con esposa e hijos que de noche se transforma en la reina de las drag queens, o quizás más bien sobre la supuesta experiencia de un “marrano” que retorna a la España más inquisitorial que el inquisidor quiso, en busca de su historia familiar con su costal de arcaísmos, algazaras, aljamías y algarivos que pretenden esconder en un uso rebuscado del idioma un ejercicio de desprecio y un lameculismo idiota para poder, en últimas, acceder a un puesto en la dirección de una institución cultural proborbónica [en fin, disculparán el desvío “literario” de este texto… por favor, obviemos y retomemos]… por eso no podríamos decir que esto que ha quedado impreso sobre estas hojas sea tampoco “literatura”, pues le falta ese sentimiento arribista tan cultural como cooltural que viene a hacer que odiemos eso que se promueve bajo el lema “nueva literatura colombiana”.
Así pues, sin categorías, estos escritos no son más que engaños, pisadas de algo que estuvo en algún lugar pero ya no; y también disculpas, quejas, berridos, chismes, odios y recelos mal disfrazados, sentimientos de malestar, incapacidad y, por supuesto, también algo de ternura y reflexión desnuda que al final no se pelean con el uso de un tiempo muerto que no pudo ser gastado en otra cosa y que, esperamos, usted se gaste de forma igual.
Por otro lado, este catálogo no pretende ser, en sentido estricto, ilustrativo de la exposición a la que alude. Usted encontrará aquí cosas que allá no estaban, y dejará de encontrar muchas que allá estaban y aquí no. Pero, qué le vamos a hacer, si así es la vida.
Alfred Hitchcock decía que algunos directores filmaban “pedazos de vida”, pero que él sólo filmaba “pedazos de pastel”. Ojalá que, a pesar de todos los tontos engaños aquí gestados, usted pueda encontrar, en la lectura de estas fotocopias, pedazos de una, otra o cualquiera cosa.
Bernie Chicken Morrongo
Diplomado en Asistencia de curaduría literaria
El Bodegón
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